jueves, 25 de septiembre de 2008

Mi diario de viajero

Siempre nos venden espejitos de colores. Y me pregunto qué pasa por la cabeza del viajero de tren o subte cuando compra el encendedor luminoso, la linterna de bolsillo, el porta-documentos plástico, lapiceras de tinta invisible, árboles sin raíces, relojes sin tiempo, calles sin gente, abrazos sin cariño: la lógica del sin sentido, el consumo del vacío. Si nos vendieran el sueño que nos falta, o la palabra de la punta de la lengua, o la canción de cuna que ya no nos tararean, o la caricia a tiempo… eso que necesitamos.

Florencia

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