jueves, 16 de octubre de 2008

Diario de Viaje

Amor de colectiveros
Me estaba dirigiendo hacia la facultad como es habitual me tomo el 36 que me deja a media cuadra. Por suerte había poca gente así que iba sentada y se podía ver todo lo que transcurría en el colectivo. Un dato interesante sobre esta línea es que hay varios chóferes que de hecho son mujeres. Tal vez, como soy habitué de este colectivo, al subirme no me di cuenta que el “colectivero” era mujer. En uno de los semáforos que estaba en rojo, otro colectivo de esta misma línea se pone paralelo al mío. Y como es costumbre empiezan a hablar por las ventanillas ambos chóferes. Pero en eso, la mujer se levante y se cuelga del otro colectivo y empieza a darle muy tranquila unos cuantos besos al otro colectivero. El ruido de los besuqueos se escuchaban en todo el colectivo. No se sabía si es que ellos ya tenían alguna relación o fue amor a primera vista o en el semáforo anterior fue que pegaron onda.

Humor ferroviario
Estaba en Merlo esperando que venga el tren de la línea Sarmiento. En las vías había empleados de TBA limpiando un poco y sacando porquerías. Por que en verdad todo lo que había ahí era basura. En una de esas, uno saca una mano blanca de una maniquí que alguien debe haber arrojado a las vías. Y el hombre dice: “ Tanto que jodian con las manos de Perón, acá están, estas son las manos de Perón!”. Sin duda fue un chiste bobo porque los que estaban cerca de ahí no pareció causarle ninguna gracia. Pero a mi se me escapo una carcajada lo suficientemente fuerte para que el humorista me mirara y me haga una sonrisa cómplice.


Algo curioso, sin mayor relevancia
Estaba sentada en el colectivo, en los dos primeros asientos. Y como de costumbres los vendedores ambulantes entraron en escena. Este vendía lapiceras. Se me acerca a darme una, y le digo “No, Gracias”. Sin embargo pareció importarle poco lo que le dije y me las dejo igual. Me quede con las lapiceras en la mano, las miré un rato y ya después seguí mirando por la ventana. Pasaron los minutos y el vendedor no paso a buscarlas de nuevo. Extrañada miro para atrás y el vendedor ya no se encontraba en el colectivo, así que me termine quedando con las lapiceras. Me llamó la atención que justo un vendedor ambulante se vaya a olvidar de recoger su mercadería.

MENCONI MERCEDES

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