viernes, 28 de noviembre de 2008

Relatos cotidianos. Fragmentos de mi diario personal.




Si hay algo que me llama mucho la atención de esta ciudad, y que no consiste precisamente en una particularidad “pintoresca”, es el grado de violencia con el que las personas viven cotidianamente.

El otro día fui testigo de una pelea entre desconocidos, por un motivo de lo más absurdo: un hombre, estacionando su moto cerca del cordón de la vereda, accidentalmente había pisado el pie de otro hombre que justo cruzaba dicho cordón. Todo lo cual hubiese ameritado unas disculpas del primer hombre, y la aceptación de ellas por parte del hombre damnificado (para nada gravemente, debo aclarar). Pero no. Se trenzaron en una discusión violenta y enseguida llevaron la discusión a las piñas, a la violencia física. Yo me quedé inmóvil, atónita, un tanto asustada, mientras otros hombres que pasaban por el lugar separaban a estos boxeadores callejeros. Luego seguí mi camino, no sé que habrá sucedido después, quizás estos dos hombres se hayan reconciliado y hasta hayan ido a un bar a tomar algo juntos para conocerse, no podría saberlo, pero tampoco puedo imaginarlo realmente.

Aquella vez fue un caso de violencia física, pero también se dan casos más leves, aunque igual de preocupantes. Por ejemplo: una mujer que se ofusca y empieza a los gritos porque el chofer del colectivo no alcanzó a oír el timbre de bajada y no paró donde la mujer deseaba; un hombre que acusa a una cajera de un supermercado de los denominados “mercados chinos” de darle un billete falso, al mismo tiempo que le da rienda suelta a su xenofobia y le grita “china sucia de mierda”; otro hombre, en el mismo supermercado, que al comprar una botella de vino y no recibir ticket, le discute a la cajera cosas tales como “vos me estás ‘abrochando’ con el IVA...”, y luego, en otra demostración de evidente xenofobia e ignorancia, se va del lugar gritando “ustedes son ‘re forros´…mucho Nintendo, Nintendo, pero son ‘re forros´. Y estos son solo algunos ejemplos de violencia cotidiana, de los tantos que me llaman la atención.

……

Esta ciudad, definitivamente, es lugar de confluencia de diversos y variados gustos e ideas. La otra vez me dieron un volante (yo siempre voy aceptando esos papelitos, total no me cuesta nada guardarlos en el bolsillo y después tirarlos en mi casa, de alguna forma siento que les hago un pequeño favor a esas personas que tienen que estar paradas repartiendo volantes que encima casi nadie les acepta), que decía “Campaña 2008 ‘Queremos a los Backstreet Boys en Argentina´”. No pensé que podía ser cierto, me imaginaba más bien alguna broma al estilo de la revista Barcelona, o algo así. Pero realmente existen, lo comprobé entrando al sitio web que se indicaba en el volante. No sé por qué, pero me causó gracia y me sorprendí, ya que estoy acostumbrada a recibir volantes de otro tipo de campañas…

….

Debe ser esa violencia cotidiana a la que hice mención antes, quizás, lo que me hace valorar aún más los pequeños gestos de respeto…Como por ejemplo, que la mujer que atiende la verdulería cerca de mi casa, cuando voy a comprar algo, siempre me pregunte cómo estoy, y me de consejos sobre salud cuando me ve que estoy resfriada. O que el chico que atiende otra verdulería cerca de mi casa me desee un buen día, todos los días que nos cruzamos en mi camino hacia la facultad. O que el hombre que atiende la heladería, también cerca de mi casa, haga chistes sobre mis aros en forma de botón, y me haga reír y me saque conversación sobre cualquier asunto. O cuando sin querer me choco con alguien dentro del subte, o en una vereda repleta de gente, y me sorprendo diciendo y escuchando al mismo tiempo de la otra persona, la palabra “perdón”, seguida de una sonrisa mutua. Son gestos de personas a las que ni conozco, pero igual logran sacarme una sonrisita cada día. Son pequeños gestos, pero necesarios dentro del loco ritmo de esta gran ciudad, al que realmente no quiero acostumbrarme…

Supongo que así es Capital Federal: cargada de extremos, de polaridades…De locuras de las buenas y divertidas, como las de un hombre que con su cabeza repleta de rastas suele andar por mi barrio escuchando música a todo volumen en un gran equipo (compartiendo con quienes pasan cerca suyo, no solo su música sino también ciertos aromas de cierta hierba), o locuras que angustian, como las de aquellas personas que van gesticulando y hablando solas, como peleándose consigo mismas o con fantasmas imaginarios dentro de sus cabezas (casi siempre son personas mayores, lo que me lleva a preguntarme: ¿será que eso es producto de vivir tantos años en esta ciudad? Creo que no quisiera correr el riesgo de quedarme para averiguarlo…) o locuras que amargan, como las de las personas que están siempre al borde de estallar, de violentarse, y se desquitan con cualquier otra persona que se les cruce, ya sea un joven vendedor de kiosco que no tiene vuelto para darles, o alguien que sin querer apenas las empujan…Por suerte, también, muchas veces soy testigo de las viejas locuras de amor: declaraciones de amor en lugares insólitos, pedidos de perdón en carteles enormes en las calles, escenas dignas de películas románticas (un joven que sale corriendo a buscar una chica que va lagrimeando, y al buscarla, se abrazan y se besan apasionadamente) a cualquier hora de cualquier día.

Quizás sea eso lo que más me gusta de esta gran ciudad, a pesar de que muchas veces su alocado ritmo me agobie: que lo cotidiano puede ser algo maravilloso, que todos los días puede ocurrir algo fuera de lo común, algo que me llame la atención. Solo espero que esas cosas que me llamen la atención, sean más de las buenas que de las malas.
Laura Battistella

Blanco y Carmín

· Argumentar por una de las posiciones (murga tradicional o "política") del documental "Blanco y Carmín".


En Blanco y Carmín, se muestra el “detrás del escenario”, es decir, lo que ocurre internamente, en la murga “Pasión Quemera”, del barrio Parque Patricios: los ensayos, las reuniones, los viajes desde un barrio a otro, y las diferentes opiniones de sus miembros acerca de la esencia del carnaval y lo que consideran que debería ser una murga. En este último aspecto, se encuentran dos posiciones antagónicas dentro de los mismos murgueros: están aquellos que optan por hacer crítica social mediante las canciones y realizar murgas en manifestaciones sociales, y están quienes prefieren que la murga se mantenga al margen de dichas cuestiones, organizándose de manera tradicional. En el documental estas divergencias quedan claramente expuestas en las entrevistas a los murgueros Papo, Nano, Chulo y Gato: mientras los primeros subrayan la importancia de que la murga se involucre en los problemas de la sociedad y se comprometa con la lucha de asociaciones como Madres y Abuela de Plaza de Mayo, HIJOS, familiares de víctimas de Cromagnon, etc, el último se opone firmemente a este compromiso político, anunciando su retiro de Pasión Quemera por considerar que se había apartado de la organización tradicional.

Uno de los argumentos utilizados por quienes toman posición por la murga tradicional, es el de que ésta “no hace política, solamente brinda diversión”. A mi parecer, esto implica un error conceptual, porque significa entender la política como algo partidario, y carente de pasión y/o diversión. Considero que toda acción humana es política, ideológica, porque lo que hacemos los seres humanos lleva la marca de quiénes somos, qué pensamos, qué buscamos. Toda expresión popular es desde ya política, por su identidad social. Por otra parte, quienes prefieren el estilo tradicional asumen que los asuntos sociales no les interesan, o por lo menos no desean involucrarse en ellos, considerando estos asuntos como ajenos a ellos.

Personalmente, tomo posición por la defensa de una murga crítica, comprometida con lo que ocurre en la sociedad, ya que me parece importante y necesario que se desarrolle en las agrupaciones barriales un pensamiento crítico y reflexivo, sin por ello dejar de lado el baile y la diversión, ya que la política, a mi parecer, puede y debe significar pasión, emoción, sentimiento. Cantando y bailando, haciendo mucho barullo, compartiendo momentos de diversión con otras personas, también se puede criticar, denunciar, parodiar, tomar parte en los problemas de la sociedad que no son ajenos a absolutamente nadie, ya que no se puede estar por fuera de ellos.

Tomar el baile y el humor y combinarlo con el discurso social y la crítica, permitiendo que las personas puedan expresarse, emocionarse, agruparse y pensar, transformando sus problemas y angustias en denuncias mediante canciones con mucho ritmo, y convirtiendo en dolor en lucha con alegría, me parece una muy buena posición a tomar por parte de las murgas barriales.
Laura Battistella

jueves, 16 de octubre de 2008

Diario de Viaje

Amor de colectiveros
Me estaba dirigiendo hacia la facultad como es habitual me tomo el 36 que me deja a media cuadra. Por suerte había poca gente así que iba sentada y se podía ver todo lo que transcurría en el colectivo. Un dato interesante sobre esta línea es que hay varios chóferes que de hecho son mujeres. Tal vez, como soy habitué de este colectivo, al subirme no me di cuenta que el “colectivero” era mujer. En uno de los semáforos que estaba en rojo, otro colectivo de esta misma línea se pone paralelo al mío. Y como es costumbre empiezan a hablar por las ventanillas ambos chóferes. Pero en eso, la mujer se levante y se cuelga del otro colectivo y empieza a darle muy tranquila unos cuantos besos al otro colectivero. El ruido de los besuqueos se escuchaban en todo el colectivo. No se sabía si es que ellos ya tenían alguna relación o fue amor a primera vista o en el semáforo anterior fue que pegaron onda.

Humor ferroviario
Estaba en Merlo esperando que venga el tren de la línea Sarmiento. En las vías había empleados de TBA limpiando un poco y sacando porquerías. Por que en verdad todo lo que había ahí era basura. En una de esas, uno saca una mano blanca de una maniquí que alguien debe haber arrojado a las vías. Y el hombre dice: “ Tanto que jodian con las manos de Perón, acá están, estas son las manos de Perón!”. Sin duda fue un chiste bobo porque los que estaban cerca de ahí no pareció causarle ninguna gracia. Pero a mi se me escapo una carcajada lo suficientemente fuerte para que el humorista me mirara y me haga una sonrisa cómplice.


Algo curioso, sin mayor relevancia
Estaba sentada en el colectivo, en los dos primeros asientos. Y como de costumbres los vendedores ambulantes entraron en escena. Este vendía lapiceras. Se me acerca a darme una, y le digo “No, Gracias”. Sin embargo pareció importarle poco lo que le dije y me las dejo igual. Me quede con las lapiceras en la mano, las miré un rato y ya después seguí mirando por la ventana. Pasaron los minutos y el vendedor no paso a buscarlas de nuevo. Extrañada miro para atrás y el vendedor ya no se encontraba en el colectivo, así que me termine quedando con las lapiceras. Me llamó la atención que justo un vendedor ambulante se vaya a olvidar de recoger su mercadería.

MENCONI MERCEDES

Nacimos el uno para el otro

¿Cómo pudiste abandonarme? Sabes que no puedo vivir sin vos, sos parte de mí. Ahora siento que me falta algo. Me siento desnuda. En las noches paso frío. La soledad me inunda el alma. Pero nadie va a ocupar tu lugar. Nadie puede suplantar tu lugar. Y es por eso que estoy condenada a la nostalgia eterna. Me dijiste que no éramos el uno para el otro. Que desde que tenes uso de razón me venís soportando y que no aguantabas más. Que querías conocer otros lugares, vivir experiencias nuevas, conocer el mundo y que todo eso atado a mi era imposible hacerlo. Que yo no era más que un estorbo en tu vida. Y esas, que fueron tus últimas palabras, las voy a tener que cargar el resto de mi vida. Va a ser una mochila que va a dejar sin consuelo a un corazón que esta quebrantado en mil pedazos. Sinceramente no lo entiendo. Quisiera que me expliques cómo una lapicera puede vivir sin su capuchón. Es como decir que un pulmón viva sin aire o que el amor viva sin pasión. Honestamente no comprendo como me pudiste hacer esto. Nosotros nacimos el uno para el otro, tenemos el mismo formato, somos del mismo color, vos fuiste diseñado para mi y yo para vos. Sencillamente no puedo vivir sin vos, capuchón. Además se me va a secar la tinta y ahí si va a ser el fin de mis días. Con tu partida, prácticamente me condenaste a muerte. ¿Y todo por qué? Porque querías conocer una librería entera. Una vez te había llegado el comentario de que eso era el paraíso y desde entonces estas soñando con eso. Era lo único en lo que pensabas y por lo que vivías. ¿Y yo? ¿Todos estos años juntos, fueron en vano? Tantas cosas vividas, tantos momentos compartidos tirados a la borda. No comprendo como pudiste abandonarme después de los años que estuvimos juntos. Esto seguramente pasó porque en este último tiempo te estuviste juntando con la pluma, y ella con sus aires de grandeza te lleno la cabeza con ideas absurdas. Nosotras somos simplemente una birome. Tenemos vidas simples, no aspiramos a mucho. Con que podamos escribir unas cuantas líneas estamos satisfechas. Con que podamos sobrevivir unos años en alguna cartuchera o en un lapicero nos consideramos afortunadas en la vida. Somos sencillamente una lapicera. Pero parece que eso no te alcanzo, y te fuiste en la busca de algo más. Dejándome en completa soledad, incompleta y condenándome a una muerte segura. Las palabras como me alcanzan para manifestar el sentimiento que tengo. Esperanzas que vuelvas, ya no tengo. No poseo noticias de vos hace un par de meses. Y no creo que algún día las vaya a recibir, por lo que ya me resigne a vivir mis últimos meses de vida en una abrumadora soledad y en una dolorosa pena.
MENCONI MERCEDES

jueves, 9 de octubre de 2008

Día gris: catarsis

Y está nublado, y la gente pasa, y las ruedas giran, y las luces cambian… y es como si mirara la Plaza de Congreso desde afuera, desde la nada. Y el café casi me da asco, y ese hombre que mira los resultados de la quiniela por Crónica TV desde la otra mesa… horas deambulando por Buenos Aires, buscando matar el tiempo ¿Buscando vivir el tiempo? ¿Vivir el tiempo muerto? Paradojas.
Y Buenos Aires es tan linda a veces, y tan llena de miserias y dolor, sí, humanidad. Dicen que es muy extensa, yo diría que infinita, millones de almas que guardan millones de sentimientos y memorias. Y el desprecio y la indiferencia. Sí, Buenos Aires es tan linda a veces.
Y escupo esto porque si no, no puedo tragar la medialuna; porque si no, no me queda lugar para nada más que esta angustia; y escupo esto para seguir mirándote a los ojos, para poder decirte que te quiero; y dejar el alma en el aire, y buscarte en cualquier rincón aunque sepa que no estás; y escupo esto porque si no, no hay esperanza, y no podría cerrar mi cuaderno, y… ¡mozo, la cuenta!


Florencia

domingo, 28 de septiembre de 2008

Rayuela: Capítulo 7 - Julio Cortázar -

Toco tu boca, con un dedo toco el borde de tu boca, voy dibujándola como si saliera de mi mano, como si por primera vez tu boca se entreabriera, y me basta cerrar los ojos para deshacerlo todo y recomenzar, hago nacer cada vez la boca que deseo, la boca que mi mano elige y te dibuja en la cara, una boca elegida entre todas, con soberana libertad elegida por mí para dibujarla con mi mano por tu cara, y que por un azar que no busco comprender coincide exactamente con tu boca que sonríe por debajo de la que mi mano te dibuja.

Me miras, de cerca me miras, cada vez más de cerca y entonces jugamos al cíclope, nos miramos cada vez más de cerca y nuestros ojos se agrandan, se acercan entre sí, se superponen y los cíclopes se miran, respirando confundidos, las bocas se encuentran y luchan tibiamente, mordiéndose con los labios, apoyando apenas la lengua en los dientes, jugando en sus recintos donde un aire pesado va y viene con un perfume viejo y un silencio. Entonces mis manos buscan hundirse en tu pelo, acariciar lentamente la profundidad de tu pelo mientras nos besamos como si tuviéramos la boca llena de flores o de peces, de movimientos vivos, de fragancia oscura. Y si nos mordemos el dolor es dulce, y si nos ahogamos en un breve y terrible absorber simultáneo del aliento, esa instantánea muerte es bella. Y hay una sola saliva y un solo sabor a fruta madura, y yo te siento temblar contra mí como una luna en el agua.

jueves, 25 de septiembre de 2008

LA IMAGEN QUE REVALORIZA LA IMAGEN

BUENOS AIRES, 3 de mayo de 2008- Curiosa experiencia mi visita al barrio porteño de la Boca, para asistir a la exposición de arte en El Conventillo Verde. Comenzando por lo dificultoso de la llegada hasta allí. Dada mi carencia de esa preciada virtud llamada atención, omití notar las diversas posibilidades entre la amplia gama de colectivos que hay en la Ciudad de Buenos Aires que podrían llevarme, y me anclé en la dulce espera del 64 perdiendo la posibilidad de subirme a un 152 y llegar mucho antes a mi destino.
Finalmente arribé a Caminito: rojos y tango, azules y olorcito a restaurante, verdes y gente repartiendo panfletos, amarillos y pinturas, naranjas y bullicio… atravesando una muchedumbre de turistas y lugareños encontré, no sin antes preguntar, la dirección que buscaba: Magallanes 890, El Conventillo Verde, una casa que data de 1863.
Dudando, subí por las añejas escaleras de madera y me encontré en un pequeño hall, del que se desprendía una sala un poco más grande. En una puerta leí: “A los protagonistas de inclinar lo que sucede, y combinar el tiempo para una realidad mejor. A los amigos que traen lo que nunca vimos, y llevan lo que compartimos. A los amantes del arte y a los amantes.”
No soy una entendida del arte, pero entendí que ello no me quitaba, a mí ni a nadie, el privilegio de disfrutar de aquellas obras, que exhalaban no sólo estética y colores, también sueños e ideas, proyectos y reflexiones.
No había en el lugar mucha gente, sólo dos o tres personas tomando nota, que supuse estaban allí con los mismos fines que yo. Aunque muy cuestionable es, si los fines por los que inicialmente fuimos terminaron por ser la única razón por la que estaríamos dispuestos a volver, en un hipotético caso. Es probable que la experiencia haya cambiado nuestra perspectiva de lo que es esperable exprimir de un trabajo para la facultad.
Y entonces, me encontré con las primeras obras, las de Leyla Sabah, enredos de celeste y dorado, relieves en movimiento, texturas brillantes. En cuanto avancé en mi recorrido, un cuadro pequeño en el fondo me hizo pasar por alto puertos y tanguerías para admirar una fabulosa perspectiva de Tosoratti, quien miraba una escalera desde arriba: el rojo, el amarillo y el azul me impregnaban la retina, y la perspectiva, tan poco usual, desde una óptica vertical, me fascinó. La muchacha que atendía la exposición coincidió con mi apreciación.
Volví a detenerme en las pinturas de las tanguerías, tan representativas de la zona, sus trazos flexibles resucitaban los años 20 en un paño.
Me embarqué luego en perfectos puertos, y cuanto más me acercaba, las pinceladas más nítidas se veían, y como contrapartida descubrí que las proas perdían sus fronteras entre el agua y el cielo, y los barcos se miraban en un espejo sin definición. Cuanto más real la pintura, más ficticia la realidad que muestra.
No puedo omitir a la reina del lugar: Ingrid. Una belleza crucificada en material reciclado que llamó poderosamente mi atención, probablemente por la ironía religiosa de la imagen. Al preguntarle a la encargada de la muestra por esta creación, aportó que el autor de de esa “Jesusa” era Pablo Destefano, y nos recordó la posible intertextualidad de esta obra con la de Raquel Forner, quien representa en sus obras, a menudo, mujeres crucificadas.
Continué luego por la sala principal… la que restaba en realidad. Una serie de cuadros de Celia Güichal envolvía las paredes. Pero antes de observarlos con más detenimiento me detuve en el “desmonte de un viejo incinerador de cartas de amor”, lo que me pareció una maravillosa idea de Mario Alberto Antón: un mecanismo concebido para deshacerse de aquello que nadie debe leer, salvo su único destinatario.
Finalmente, llegué a los cuadros que se exponían en las paredes de esa habitación, los recorrí en orden anómico. El primero que llamó mi atención (pese a que comencé el relato diciendo que carecía de ella), fue “Regreso al hogar”. Un cuadro que evocaba la nostalgia, un camino desandado, una meta que aunque lejana, nítida, un camino a través de lo difuso. Todo es abstracto, sólo la ruta hacia el hogar se mantiene firme y concreta, porque es el lugar donde siempre podemos volver, una única certeza que nos permite lanzarnos a lo incierto.
Mis sentidos me llevaron a cruzar la sala para admirar “Puente de Pucará”, donde la autora escribía “¿Hay lugar en mí para esta inmensidad?” Sobrarían palabras si yo intentase describir la pintura, ante tan explicativa interrogación.
Luego me detuve en “La isla de la utopía”, que tenía a modo de epígrafe: “Hace más de diez mil sueños que sueño…” dos niños envueltos en un remolino de azules, rojos, amarillos y verdes, miran hacia un ojo ubicado en el centro de esa vertiginosidad; un poco más allá un hombre parece estar sentado en lo que podría ser una isla, y en una esquina de la pintura, un recuadro, como un cuadro dentro del cuadro. Un cuadro difícil de describir, hermoso para contemplar.
El último cuadro que seleccioné para mencionar: “La muchacha que se casa”. Absolutamente abstracto, colores fríos, turquesas brillantes… Es curioso como un título acota la interpretación de algo que podría ser muy amplio…
Como conclusión, e intento de escueta reflexión: el arte no escapa del circuito comercial, como todo en este horizonte, pero podemos encontrar la parte inherente al hombre que allí se expresa, podemos disfrutar de él al margen del mercado, podemos encontrar algo que alimente el ánima, que expanda nuestras ideas, que las genere. Incluso en esta cultura de la imagen, tan ampliamente criticada, la imagen puede ser constructiva, puede comunicarnos, puede hacernos pensar, puede revalorizar la imagen misma. Es un buen ejercicio, para quienes estamos acostumbrados al lenguaje verbal, y por ende a lo explícito, a lo que de alguna forma limita los significados; sumergirnos en el mundo de lo no verbal y sus polisemias, resignarnos ante aquello que comunica lo inexpresable, conmovernos con lo inexplicable, conectarnos con esa parte de nosotros mismos.

Florencia Marcote